Un día especial para
agradecer al Padre, al Hijo, al Espíritu por suscitar y avivar este carisma que
nos congrega como familia en seguimiento de Jesús. Día de todas y todos que en este
carisma encuentran luz, este matiz peculiar e irrepetible de color que ilumina
su fe, y la hace vivir de una forma concreta (cf. PAC 9.5).
Día de agradecer
también a quienes nos han precedido y, con su testimonio, nos han ayudado en el
camino. Podría ser también un día de agradecernos mutuamente porque, sea desde la
consagración, sea desde una adhesión al espíritu claretiano o la misión, o sea
desde el entusiasmo por haber encontrado en la lectura de los Fundadores una
inspiración, cada uno hace posible que la
vocación claretiana siga “aconteciendo” en la historia de la Iglesia dentro de su rico
mosaico de carismas.
Que el Espíritu
siga orientando nuestra fidelidad y contagie a muchos las ganas de vivir hoy aquellos
dones que nos llegaron por Maria Antonia Paris y Antonio María Claret.