María fue la primera que creyó en el Hijo de Dios, y es la
primera que ha sido llevada al cielo con cuerpo y alma. La primera que acogió y
tomó en brazos a Jesús cuando aún era un niño, y es la primera en ser acogida
por sus brazos para entrar en el Reino eterno del Padre. Esta humilde y
sencilla muchacha, precisamente porque acogió y vivió el Evangelio, es admitida
por Dios para estar por la eternidad junto al trono de su Hijo (Papa
Francisco), asi es como Dios derriba al poderoso y ensalza al humilde.
María nos precede en el
camino por el cual se encaminan quienes, mediante el Bautismo, han unido su
vida a Jesús, tal como lo hizo Ella. De modo que esta fiesta preanuncia los
“cielos nuevos y la tierra nueva”, con la victoria de Cristo resucitado, de
donde se desprende el gozo que expresa en el cántico del Magníficat, que se
convierte en el canto de la entera humanidad, que se complace al ver al Señor
que se inclina sobre todos los hombres y mujeres, criaturas humildes, para que
estén con Él en el cielo.
¡Celebremos, caminando junto a María,
nuestra fe y nuestra esperanza!
Recordamos también en este día, el voto realizado por María Antonia París y sus primeras compañeras, de no separarse y de cruzar los mares con el único fin de servir a Dios y anunciar el Evangelio, en comunidad, bajo la protección de María.
¡Feliz día!
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