Ven, Espíritu Santo,
danos
un corazón grande,
abierto a tu silenciosa
y potente
palabra inspiradora;
un corazón hermético ante
cualquier ambición mezquina;
un corazón grande para amar
a todos, para servir a todos,
para sufrir con todos;
un corazón fuerte para
resistir a cualquier tentación,
cualquier prueba, cualquier desilusión,
cualquier ofensa;
un corazón feliz de poder palpitar al
ritmo del corazón de
Cristo
y cumplir humildemente,
fielmente la divina voluntad.
Pablo
VI
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