Con gozo compartimos que, gracias a la grande
generosidad de la Orden de Nuestra Señora, Compañía de María, el Crucifijo del
convento de Tarragona, ha sido donado a nuestra Congregación.
Es este el Crucifijo que en el tiempo de la Madre Fundadora estuvo en el coro
de la Capilla del Convento de la Enseñanza. Durante sus años de alumna ha
sido el lugar de oraciones y liturgias dentro de las actividades
escolares. Pero sobre todo en los años de su formación religiosa en la
comunidad, desde el 1841 hasta el 1850, Antonia pasaba largas horas y noches de
oración, donde ha tenido la experiencia fundante de nuestro carisma.
En este Crucifijo vemos reflejados nuestros orígenes y la esencia de nuestra identidad. Podemos llamarlo el Crucifijo de la ‘visión inicial’. Antonia nos confiesa en su experiencia: me dijo nuestro Señor, no te extrañes hija que te hable desde la Cruz, porque la Cruz es mi cátedra; y en otro lugar dice que lo aprendió todo desde el árbol de la Cruz. Necesitamos esta sabiduría para seguir renovando nuestra vida y misión. Por eso nuestro gozo se convierte en el desafío de saber reconocer a Cristo y seguir aprendiendo de Él no sólo contemplándolo en el madero, sino en la vida de nuestros hermanos, especialmente de los que sufren.
El Crucifijo se colocará en la cripta de Madre Fundadora en Reus, donde en la oración podremos todas revivir y renovar, junto a sus venerables Restos aquella inspiración carismática que compartimos por vocación.
Nuestra gratitud a la Orden de Compañía de María
que nos hace un regalo muy grande desprendiéndose de - indudablemente
- importante testigo de su historia.
Cristo
Crucificado y Resucitado
Fuerza y
sabiduría de Dios, ¡te bendecimos!Atráenos a Ti, sé Tú nuestro imán donde buscar luz y esperanza.
Mantennos junto a Ti, fieles en la oración aún en las noches más oscuras de la fe.
Imprime en nuestro interior las palabras del Evangelio -
Que transformen nuestra existencia y renueven nuestro ser de apóstoles, ‘nuevas en la práctica’.
Haznos dóciles a la Voluntad del Padre e instrumentos, aún dentro de nuestra debilidad, de la alegría y de la justicia de tu Reino.
Revístenos de tus sentimientos para colaborar en la renovación de la Iglesia y solidaridad con quienes llevan en su cuerpo tus llagas.
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